Siempre me ha resultado curioso comparar la sensación, los presentimientos que se tienen antes de llegar a un lugar en el que una se quedará un cierto tiempo, con las imágenes con las que te vas después de haber estado allí. Me pasaba de pequeñita, antes de ir a un campamento me tiraba semanas antes soñando sobre ese sitio, que luego, evidentemente, poco o nada tenía que ver con mis sueños. Asimismo, poco o nada está teniendo que ver este viaje tan largamente ensoñado con las ideas antes cocinadas en mi cabeza, y poco o nada han tenido que ver Cochabamba y el mARTadero, la etapa más larga de nuestro viaje, de un mes, con las vagas anticipaciones que podíamos tener sobre lo que sería. De hecho, curiosamente, Cochabamba se ha correspondido más con mis sueños infantiles campamentísticos.
Y justo por eso cuesta y se retrasa la entrada en este blog sobre Cochabamba, por lo mismo que era difícil después de los campamentos cartearte con los amigotes que te habías hecho, porque no es fácil hablar de las cosas que han sido lindas y quedan atrapadas en el tiempo pasado porque el espacio y la vida no permiten ya volver a ellas tal y como fueron.
A Cochabamba llegamos el deseo de echar cable a tierra después de meses de conocer puntos geográficos superficialmente, inmunizados de paisajes y monumentos y con ganas de pasar por la misma plaza más de un par de mañanas. La excusa era el proyecto mARTadero (www.martadero.org), que consiste en la recuperación de un antiguo espacio industrial en una zona deprimida para uso cultural, disfrute y alegría de la gente. "Resignificar" el barrio, que dicen los que saben. Allí trabaja Dani, vecino de Usera universal que nos presentó el proyecto, junto con Lil, Andrea, Claudia y Juan, cronopios fenomenales. En torno al mARTadero revolotean también Ramírez, Esther, Magda, Hernán…
Total, que sin más ambición ni dilación nos pusimos a traducir, pintar, limpiar, buscar conceptos para obras y beber birra, no necesariamente en este orden. Para mí –que cada cual tendrá sus opiniones-, el mayor logro del mARTadero ha sido convertir al mi Ernesto en un artista plástico consumado. Aquí se puede ver su obra magna. Hay quien dice que el auténtico autor es un brasileño de Sao Paulo dedicado al arte urbano conocido como Mundano, y que Ernesto fue su asistente, pero eso nos son más que cuentos apócrifos… Más allá de autorías, lo cierto es que hizo falta andar entre pañales usados, ratas, burros y hormigas gigantes para llegar al río y mojar las brochas en las tristemente aguas fétidas del río para realizar este mural.
Al fin, después de un mes, salimos de Cochabamba como se sale de los campamentos, con los ojos empañados.
Profesión de fe
“Sí, sí, por lastimado y jodido que uno esté, siempre puede uno encontrar contemporáneos en cualquier lugar del tiempo y compatriotas en cualquier lugar del mundo. Y cada vez que eso ocurre, y mientras eso dura, uno tiene la suerte de sentir que es algo en la infinita soledad del universo: algo más que una ridícula mota de polvo, algo más que un fugaz momentito”
Eduardo Galeno, El libro de los abrazos