domingo, 18 de diciembre de 2011

Argentina


Entramos a Argentina con una experiencia desagradable con un policía fascista-fronterizo, y sin cambiar bolivianos por pesos argentinos. Llegamos a la primera población argentina, La Quiaca, a una cafetería preciosa donde adquirimos consciencia de que dejábamos atrás el exotismo y empezábamos a movernos por universos más reconocibles.

Como no habíamos cambiado moneda el dueño del bar se ofreció, le dimos todo nuestro dinero y a los quince minutos volvió de Bolivia con nuestra pasta reconvertida en moneda argentina. Y de ahí a Humahuaca, un sitio precioso con cerros de colores.



Allí comenzaron nuestros problemas gastrointestinales, que nos acompañarían el resto del viaje hasta Valdivia, Chile. El dueño del hostal dijo que el agua era potable… y le hicimos caso. No sabemos si fue esa la causa de nuestros problemas pedorreicos y nauseabundos, y nunca lo sabremos.

De ahí fuimos a otras ciudades solicitando asilo para nuestros agotados estómagos, Salta, Córdoba, Mendoza, urbes de las que rescatamos el bocata de jamón serrano que degustamos con una Quilmes, y que ha sido, sin duda, uno de los momentos gastronómicos más felices de todo el viaje. Una reflexión que viene al caso: los demás turistas con mochila que nos encontramos comen lo que se les ponga por delante, desayunan cosas tristes y cenan platos aburridos… y nosotros, que nos preparamos nuestra pasta a la carbonara o nuestros risottos, andamos con desasosiego estomacal y añoranza de guisos de nuestro terruño… curioso…   

Nos limitaremos a contar en esta entrada nuestras dos experiencias más campestres, dejando a un lado la de Humahuaca:

1.- Alcanzamos Ojo de Agua, en Santiago del Estero, donde visitamos la universidad campesina fundada por el MOCASE (Movimiento Campesino de Santiago del Estero), y resultó que ese finde había un taller de formación política de campesinos argentinos de muchos lugares.
Acampamos con nuestra tienda adquirida en El Alto (La Paz) por doce euros. La primera tarde granizó a lo bestia (parecía como si los ángeles se hubiesen dao un atracón de polos y se estuviesen purgando tras haber bebido agua argentina, peaso bolas oye tú) y por la noche llovió, y la tienda cedió, así que nos mojamos (más Carla, adelanto a decir). Los campos estaban preciosos, el paisaje era muy parecido a la dehesa extremeña.



La comida muy bien,  colgaron la mitad de una vaca que ya había hecho testamento en la cocina y estuvimos comiendo pucheros de carne bien durita durante tres días.

En cuanto al agua había dos depósitos: de ellos, el más pequeño era para beber, pues a él llegaba el agua del pozo; el otro, no mucho más grande que el anterior, era para lavarse, echar al váter, lavar los platos (?), porque contenía agua proveniente del abrevadero de los animales y era peligroso beberla. Peeeroooo… algunas de las cien personas que había allí de vez en cuando nos preguntaba “¿hay alguna diferencia entre los bidones?” o “¿por qué no quieres beber agua de aquí?” o lo indudablemente peor “no, te equivocas, el depósito pequeño no es para beber, es el otro”.

La ducha era con cubos de esa agua, el inodoro tenía una cortinilla precaria y la higiene, en fin, no era muy buena. Con eso y con todo, y precisamente porque estábamos ya pachuchos (sobre todo Carla) decidimos irnos al pueblo dando un paseo precioso y bebernos dos litros de Quilmes comiendo panchitos y gusanitos naranjas y tomando el fresco con dos viejetes, el dueño de la tienda y su sobrino mayor que él, llamado Pollo, un borrachín muy salao. Haciendo un alarde de orgullo, podría decirse que a lo Anthony Quinn pues con su confesión parecía tratar de atribuirse el mérito de haberlo engendrado él a través de diversos intermediarios (sus descendientes), el tendero nos contó que su bis o tataranieto montaba a caballo desde los dos años y nos enseñó fotos del mico montando.

Pocos días después de marcharnos de Ojo de Agua leímos en El País que unos terratenientes habían matado a uno de los del MOCASE y herido gravemente a su hermano. Argentina, cubierta de cultivos de soja transgénica que da de comer al ganado europeo, se está brasilizando…

2.- Marchamos también a las sierras de Córdoba a ver campito, y fuimos a Capilla del Monte. Llegamos, camping municipal tirao de precio, ni el tato por allí, nuestra tienda de El Alto reventá, nuestra cocinilla recién comprada para estrenar, un unicornio, vamos, una gozada.



Y en eso que empieza a venir gente, y un temporal de narices, y nos enteramos de que, como consecuencia de la llegada de “la fecha” (11.11.11), miles de personas de distintos lugares iban a invadir un lugar tan precioso para: subirse a una nave espacial, ver abrirse un portal, conectarse con la energía, meditar por el bienestar así en general, y otro largo etcétera de motivos. Los del pueblo, ya invadido de hippies que se habían ido a vivir allí hace años, estaban al borde de un ataque de nervios pensando que eso iba a ser un sin dios, unos los tomaban con amaretto y otros con humor, como podréis comprobar:

 

Para huir de las hordas hippie-flipadas alquilamos unas bicis o-b-s-o-l-e-t-a-s e hicimos una excursión a unas pozas, subimos rocas, nos bañamos en unas cascadas, pasamos por un agujerito estrecho en la roca que seguro tiene un nombre más elegante que el de “agujerito estrecho”, algo así como falla, grieta o no sé qué.





Y llegamos a uno de los muchos santuarios hippie-fantásticos, donde nos recomendaron tumbarnos en una pirámide ancestral que tenía por lo menos cinco años y abrazarnos a una piedra (que resultó tener una cagada de perro encima, lo que llevaría a más de un hippie a concluir que a un extraterrestre le dio por dejarle como presente un postre típico de su región planetaria), y no sé cuantas movidas más.

Y nos despedimos de esta maravillosa sierra comiéndonos un buen completo (bocata de lomo de res con muchas historias y demasiadas salsas), patatas fritas grasosísimas y vino con sifón, lo que no facilitó nuestro posterior viaje en autobús.



Después de estas aventuras decidimos partir a Santiago atravesando los Andes, dejando atrás una tierra preciosa que, como consecuencia de nuestros problemas cagopedorreicos, no hemos pudimos disfrutar plenamente.




2 comentarios:

  1. ¿Cómo ha sido vuestro inicio del 2012 argentino???
    Este va a ser un año maravilloso, lleno de posibilidades y mucha construcción!!

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  2. ¡Qué ganas de veros y q nos contéis en persona, incluidos momentos pedos-nauseabundos jaja ja que al final es lo más gracioso!

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