Y entramos a Bolivia por Copacabana… ay Bolivia, Bolivia, Bolivia…. Qué podemos contaros de esta fantástica tierra, estas amables gentes, esta comida de ponmascarni (como el de los Beatles), esas amebas en el agua…. Esto es un lugar fetén, de verdad.
Copacabana está al pie del lago Titicaca, y se lleva el titi, aunque no por falta de caca, sino por belleza. Los suelos, especialmente en Perú y Bolivia, están plastificados, como si la Pacha Mama estuviera amortajada en papel celofán… Pero el paisaje es bello, y las personas bolivianas amables, con sentido del humor.
Nos alojamos en un sitio maravilloso, un hostal llamado La Cúpula, gestionado por un alemán muy majete que nos dio muchas ideas para montar un negocio de hostelería en España pagando 10 dólares al día a los empleados. La verdad es que la gente gana muy poquito en todos estos países, y si bien la vida es más barata, el nivel de consumo también es menor, con lo que todos contentos. La economía es más bien informal, y a pesar de que el 60% de los bolivianos viven por debajo del nivel de pobreza, según las instituciones que saben de esto, la gente come, bebe y lleva su vida, si bien la salud es reguler, por ejemplo, mucha gente joven carece de varios dientes.
El lago Titicaca es precioso, especialmente al atardecer, por eso no hicimos ninguna foto del crepúsculo.
Hicimos una marcha un día y llegamos al Mirador del inca, y a una playa de arena blanca, si bien el agua estaba como pa darse un baño.
Y otro día fuimos a la isla del Sol, un sitio precioso, algo así como un pedregal de Almería en pleno verano, hicimos una marcha del norte (Challapampa) al sur de la isla (Yumani), pasando por una playa en Challa, en el centro, con un montonazo de niños saliendo de un colegio que en las paredes tenía pintado un mural sobre el creacionismo, y qué lugar...
Luego, por la noche cenamos en un restaurante llamado Las velas, un sitio encantador, sin luz eléctrica, con una carta de sólo tres platos, regentado por una pareja boliviana muy especial, que volvió al pueblo después de muchos años currando en La Paz y que para ser aceptados tuvieron que prestar servicios a la comunidad unos añitos. Pues de la vida en comunidad recibes, al sostenimiento de la comunidad has de entregar parte de tu vida, vamos, igualito que en nuestra cultura del sálvese quien pueda, el emprendedor, el líder, el individuo.
Pues de ese restaurante salimos borrachos y con media botella de vino y el estómago reconfortado, pero... dónde estaba el camino de vuelta, sin luz, todo terrazas incas que parecían senderos idénticos? Como veis, llegamos, no sin alguna que otra penuria.
Y en la playa había una rave, pero vamos, que ni nos enteramos de lo bajita que ponían la múdica, debe ser que aquí ser rebelde es poner la música baja, como toda la peña la lía parda todo el día a volumen infernal....
Y de ahí a La Paz....
Luego, por la noche cenamos en un restaurante llamado Las velas, un sitio encantador, sin luz eléctrica, con una carta de sólo tres platos, regentado por una pareja boliviana muy especial, que volvió al pueblo después de muchos años currando en La Paz y que para ser aceptados tuvieron que prestar servicios a la comunidad unos añitos. Pues de la vida en comunidad recibes, al sostenimiento de la comunidad has de entregar parte de tu vida, vamos, igualito que en nuestra cultura del sálvese quien pueda, el emprendedor, el líder, el individuo.
Pues de ese restaurante salimos borrachos y con media botella de vino y el estómago reconfortado, pero... dónde estaba el camino de vuelta, sin luz, todo terrazas incas que parecían senderos idénticos? Como veis, llegamos, no sin alguna que otra penuria.
Y en la playa había una rave, pero vamos, que ni nos enteramos de lo bajita que ponían la múdica, debe ser que aquí ser rebelde es poner la música baja, como toda la peña la lía parda todo el día a volumen infernal....
Y de ahí a La Paz....
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